chocolate fresa vainilla
Comisariada por Camila Oliveira Fairclough
Armando Andrade Tudela, Allison Blumenthal, Emmanuelle Castellan, Claude Closky, Anne Colomes, Oriane Déchery, Anais Defago, Olivier Filippi, Daniel Graham Loxton, Robbin Heyker, David Hominal, Jan Kiefer, Colombe Marcasiano, Jean François Maurige, Ana Mazzei, Rasmus Nilausen, Camila Oliveira Fairclough, Marielle Paul, Hugo Pernet, Simon Rayssac, Anne Laure Sacriste, Alain Séchas, Hank Schmidt in der Beek, Sarah Tritz, Emmanuel Van der Meulen, Elsa Werth, Concha Ybarra.
Texto
chocolate fresa vainilla
Deja que estas tres palabras resuenen en tus oídos. Chocolate, fresa, vainilla. Deja que afloren todas las asociaciones. Los recuerdos de la infancia, los veranos junto al mar, los helados, siempre cremosos, toda la gama de refrescos, y la piel que se estremece cuando baja la temperatura. La dolce vita. El marrón, el rosa y el blanco conforman la bandera de un país imaginario, muy dulce. En el extremo opuesto, hay también algo un poco perverso, que pretende ser bello pero que pertenece, si se piensa bien, al reino de lo escatológico-orgánico-hormonal. La santa trilogía de la orina, la sangre y la mierda. La del kétchup, la mayonesa y la salsa barbacoa para los que prefieren la carne roja a los dulces. El filósofo inglés Timothy Morton también ve en estos tres sabores energías complementarias, basándose en la tipología emocional budista: “la agresividad [chocolate], la pasión [fresa] y la ignorancia [vainilla]”. Y si damos un paso mental en dirección a la historia del arte, constituirán una versión dulce y golosa de los colores predilectos utilizados por Malevich y los Suprematistas en sus cuadros: blanco, rojo, negro.
¿Cómo se monta una exposición colectiva? ¿Qué criterios hay que utilizar para reunir las obras? ¿Es necesario definir un tema? ¿Hay que seguir un protocolo? ¿Lanzamos una convocatoria de contribuciones? ¿Aplicar un principio espacial definido?
Camila Oliveira Fairclough, que es pintora antes que comisaria, responde a estas preguntas presentando una propuesta en forma de fantasía pop, una trilogía de sabores que se inscribe claramente en el legado de autores de exposiciones como el estadounidense Bob Nickas. Este último, que nunca ha tenido miedo de que le demanden por su arbitrariedad o por su humor inexpresivo, ha firmado exposiciones que se han hecho famosas, como Red en 1986 (sólo obras rojas), C y W (exposiciones en las que todos los nombres de los artistas empezaban respectivamente por estas dos letras) o 69/96 en 2015 (dejaré que adivinen el concepto).
Pero como siempre, la arbitrariedad no es tanta al fin. En primer lugar, porque es una visión de la arquitectura exterior de la galería con sus “tres pisos en forma de tarta napolitana” lo que inspiró inicialmente a la artista. En segundo lugar, porque Camila Oliveira Fairclough se interesó en los últimos años por lo que ella llama el “monocromo sucio”, una pintura cuyo color es liso, pero con textura, dañado, marcado, alterado. Es el caso de algunas obras de la propia artista, pero también de Robbin Heyker, Oriane Déchery o Daniel Graham Loxton, por citar sólo algunas. Y así se interesó por esta misma idea de trabajar curatorialmente después de los colores. Por último, porque el enfoque físico y sensual de la pintura que explora en su propia práctica la llevó, lógicamente, a investigar el “sabor” de las obras en la escala de la exposición, convertida así en una experiencia gourmet. Más allá del sistema binario (bueno/malo), se nos invita a considerar toda una paleta de identidades y personalidades plásticas, obras demasiado ácidas, dulces, cremosas, cursis, picantes, amargas, calientes, frías. Quizás también asquerosas. O maduras para babear.
De manera más prosaica, este trío de sabores anclado en el imaginario del bubblegum pop constituye una forma que permite a Camila Oliveira Fairclough reunir en la exposición a artistas pertenecientes a generaciones, geografías y tradiciones diferentes, incluso muy distantes, moviéndose con facilidad entre la práctica radical de la pintura de soporte-superficie y las obras que celebran lo decorativo, mientras navega entre las escenas de Sao Paulo-Río y París, pasando por Nueva York y muchos otros lugares (Propuesta de título alternativo: Tutti-Frutti). Sencillamente, el trío de chocolate, fresa y vainilla funciona aquí como una herramienta. Y gracias a ello, esta muestra se convierte en una hermosa demostración de libertad curatorial. Las obras no están colgadas según un principio cromático estricto (un piso=un color). Algunas de ellas, bicolores o multicolores como las esculturas de Colombe Marcasiano o Sarah Tritz, escapan claramente a la clasificación. Sería difícil (y un poco aburrido) enumerar aquí todos los artistas presentes en la exposición. Baste decir que Camila Oliveira Fairclough trabajó según una lógica de afinidades, tanto visuales como personales. Muchos de los artistas aquí presentes se conocen entre sí y han colaborado anteriormente. La imagen que se forma al reunir sus obras, y sus nombres, es la de un grupo de amigos, una familia que vive dispersa por todo el mundo pero que se reúne regularmente.
I Like This” (2021), la obra sonora de Claude Closky que constituye la guinda de este pastel de tres sabores, apunta de alguna manera al reverso técnico de esta realidad. Una conclusión perfecta, que demuestra que se pueden descubrir obras navegando, y que las amistades y el amor pueden mantenerse activos y vivos, incluso a distancia.
_ Jill Gasparina