Boiler Room.
Bajo el cielo de la noche. Elisa Pardo Puch
Texto
Hacía más de cinco años que no veía a nadie cerca de aquella puerta. Cinco años en los que apenas un movimiento había rozado aquella cerradura. Siempre imaginó lo que había al otro lado pero era sólo eso: pura imaginación. Sabía que durante décadas un pequeño taller de costura clandestino había servido de refugio para aquellas mujeres que, a través de las telas y los hilos, habían construido mundos paralelos, universos íntimos que otros habían hecho suyos. Estaba obsesionada con aquella forma de realizar esas composiciones, donde los colores se iban acoplando unos a otros, de forma automática. El azul acompañado del negro, el verde junto al amarillo, el naranja con el morado y así uno tras otros. El resultado eran aquellas enormes superficies de pachtwork que a Elisa Pardo Puch (Madrid, 1988) le recordaban a la manera en que sus abuelas reciclaban los retales sobrantes que habían servido para confeccionar previamente otros ropajes.
La obra de esta artista es consecuencia de establecer conexiones con el entorno y su propia realidad como si de un relato de memoria se tratara, su trabajo está enraizado a su propia biografía; si en exposiciones anteriores como Recoger semillas, tejer un gorro (2020) recopiló los huesos de las frutas deglutidas por miembros de su familia y en la muestra La espera (2022), a través de una serie de esculturas de cerámica en forma de papaya, relató la experiencia de un viaje a la Baja California, con esta nueva producción titulada Bajo el cielo de la noche, la artista reúne por un lado, la enorme instalación La noche, que recoge sus características composiciones confeccionadas a mano con plásticos que, a modo de reciclaje textil, parasitan las paredes como si de una gran manta desplegada se tratara. Este elemento cotidiano y doméstico -a través de un mecanismo psíquico de asociación de ideas- se relaciona con el sofá, el frío y el invierno e incluso, por esta vinculación entre idea y representación (concepto-símbolo) que se halla en la conciencia como resultado de la captación sensoperceptiva, la artista lo emparenta con la noche lo que, a su vez, le sirve de pretexto para hablar de lo onírico y el sueño. En este edredón elaborado con retales vuelve a hacer uso del triángulo y el cuadrado como formas fundamentales de reiteración de patrón geométrico, al modo de los telares de Anni Albers o Teresa Lanceta, emparentados a su vez con los ciclos y elementos extraídos de la naturaleza. Un pachtwork que podría considerarse un tejido pictórico que confirma el interés de la artista en el lenguaje visual como una forma alternativa de comunicación. Una instalación que se enfrenta a una serie de dibujos, El sueño, que han sido realizados en un momento de aparente improductividad como es el estado febril y que muestran figuras orgánicas de trazos ondulantes y redondeados que recuerdan a las naturalezas vivas que Maruja Mallo realizó en los años cuarenta tras un viaje a Valparaíso, y que la aproximan a ciertos rasgos surrealizantes. Con esta serie, Elisa Pardo evidencia su excelente manejo de la técnica del dibujo con la que despliega toda una sucesión de recursos técnicos caracterizados por la precisión y minuciosidad a través del lápiz.
Como observamos, la utilización de elementos pobres, encontrados o de deshecho es otra de las características de la producción de Elisa Pardo Puch para quien la investigación sobre diversos materiales, en relación al tiempo y a su uso, le han llevado ahora a detenerse en la noche como espacio de ensoñación. Recolectar piedras, utilizar palos, ramas o restos de telas la vinculan directamente con el hecho de conferir nuevos usos a las cosas a través de un constante diálogo con todo lo que la rodea y que le sirve para desplegar este relato de formas, memoria y vida donde la noche es el principio de todo.
_Tania Pardo